Hace poco en una reunión de padres, uno de ellos comentó “Mi hijo estudia mucho y saca buenas notas, yo no le había prometido ningún premio”
La idea de premiar las notas es una tema importante en nuestra sociedad, donde el competir, comparar y imponer, se desarrolla cada día más. Son muchos los padres que se ven evaluados en su papel a la hora de recibir las notas de sus hijos. Las notas llegan a ser el reflejo del buen padre o la buena madre que me juego cuando mi hijo obtiene un sobresaliente.
Tenemos que tener una idea clara para saber dónde estamos y lo que queremos que nuestros hijos lleguen a desarrollar, como parte importante de su proceso de individualización y crecimiento. Si nuestra labor como padres es guiar, enseñar y motivar: esto requiere presencia y acompañamiento, reconociendo los méritos y aplaudiendo sus logros, lejos de la idea de premiar.
¿Se debe premiar a los hijos por tener buenas notas?
Muchos padres animan con premios a sus hijos para obtener buenos resultados académicos, cayendo en el error de premiar los resultados, restando todo valor al proceso educativo de motivar para llegar donde ellos quieren llegar.
¿Es una buena estrategia? No. Los padres hacen todo lo necesario para que tengan sobresaliente, esta situación se plantea desde un modelo social, donde las notas obtenidas tienen un valor, “ser sobresaliente”. Valorar el resultado y no el proceso educativo nos hace caer en un gran error. Despojamos a los niños del disfrute que otorga el aprendizaje.
Si los padres valoramos el resultado de nuestros hijos, como un triunfo personal, caemos en la idea errada de pensar que educamos para fortalecer el concepto de padre ideales. Lejos de la posibilidad del error y la equivocación. Como padres y personas nos equivocamos y cometemos errores, de ello obtenemos también aprendizaje.
Si premiamos por los resultados, fomentamos la idea de necesitar un premio cuando las cosas van bien, nuestras expectativas y las del niño irán aumentando y con ello fomentamos el interés por obtener algo a cambio de mis notas. Cada vez los premios irán también en aumento.
¿Pero qué pasa si las expectativas no se cumplen?
Las metas basadas en los premios distorsionan la idea de disfrutar del aprendizaje. El niño ya no sabe si le gusta estudiar, el hacerlo tiene la finalidad de obtener algo como resultado. No valorando el esfuerzo y sus propias capacidades.
La meta aumenta, por tanto, aumenta el premio que muchas veces es material. Pero si no logro la meta planteada, mi apreciación sobre el fracaso es tan grande, que aprendo que solo con premios podré alcanzar la meta, disminuyendo el interés, deteriorando mi autoestima.
Cuando un niño se le premia por sus notas, de alguna manera refuerza la idea que por sí mismo no obtendrá buenos resultados, que necesitará una motivación muchas veces material para lograr las expectativas planteadas por los otros. No hay una idea de proceso y motivación por los conocimientos adquiridos, restando su propia capacidad de disfrute y descubrimiento sobre nuevos aprendizaje. Motivar es parte del proceso educativo de cada padre, para ello no se debe imponer lo que yo quiero, sino motivar para que ese niño o niña elija como parte de su decisión lo que desea. Esta idea de motivar se desarrolla desde el interés, la dedicación con tiempo, desde el trabajo y la comunicación comprensiva y amorosa, necesitamos como padres desarrollar todos nuestro potencial creativo y como consecuencia natural El Niño tendrá la certeza positiva que todo va

Evelyn K. Varas
Psicóloga y Psicoterapeuta Familiar Sistémica por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)
Mi objetivo: es entregar una visión diferente del problema que trae a las personas a consulta, ampliando sus posibilidades, descubriendo y reconociendo sus fortalezas y entregando una mirada esperanzadora.
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